
* Título original: 5150, Rue des Ormes
* Nacionalidad: Canadá | Año: 2009
* Director: Éric Tessier
* Guión: Patrick Senécal
* Intérpretes: Marc-André Grondin, Normand D’Amour, Sonia Vachon, Mylène St-Sauveur
* Argumento: Yannick se convierte en el prisionero de un vecino de su nuevo barrio cuando ve que éste tiene a un hombre moribundo encerrado en su casa.
Yannick Bérubé , es un joven recién llegado a la ciudad para estudiar un curso de cine en la universidad. Apenas sí se instala en su apartamento cuando coge su videocámara y su bicicleta y se dispone a dar una vuelta por el barrio para conocerlo y grabar las primeras imágenes. Llega hasta el final de una calle, que acaba en una cloaca –curiosamente, David, el narrador protagonista de “La Chica de Al Lado”, también hace mención a que la calle de su barrio donde vive y donde suceden los terribles acontecimientos que cuenta la novela, no tiene salida. Graba el agua putrida y, cuando va a largarse, tiene un pequeño accidente con la bicicleta.
¿Quién no se acercaría a un adosado a pedir ayuda? Realmente, las viviendas unifamiliares tienen una extraña apariencia de seguridad y confort. En su interior, no puede vivir nadie malvado. Y, efectivamente, el señor Jacques Beaulieu le ofrece llamar por teléfono al instante. Yannick, mientras espera a que el hombre haga la llamada, descubre que tiene una herida en el codo, así que, sin permiso, entra en la vivienda a limpiársela…
…y escucha unos gritos pidiendo ayuda provinientes de la planta superior. Sube, y descubre a un hombre moribundo en una habitación.
Yannick se convierte, a partir de ese momento, en el prisionero de los Beaulieu, custodiado por Jacques, el cabeza de familia; Maude , la madre; Michelle , la hija adolescente; y Anne , la niña pequeña. Encerrado en la habitación de la primera planta, no sabe qué van a hacer con él, aunque ha visto cómo su lugar lo ocupaba antes un hombre malherido…
Los paralelismos, por tanto, con “La Chica de al Lado” son más que evidentes. Y pronto aumentan: la retorcida visión de la realidad de Jacques, el padre de familia, es la que tiene preso y arrastra a todos los demás habitantes de la casa, sean o no de la familia. Sin embargo, si bien la concepción es similar, “5150 Elm’s Way” se desmarca casi desde el primer momento de cualquier cosa que pudiera considerarse torture porn o, siquiera, violencia explícita, centrándose en el reverso psicológico de cualquier proceso de cautiverio. Esta es la espina dorsal de la película y uno de sus puntos fuertes. Realmente, el llamado “síndrome de Estocolmo” es fácil de creer pero difícil de imaginar. Es inevitable, por una cuestión de pura supervivencia, en una situación con un secuestro desarrollar una cierta afinidad con el secuestrador, desde el momento en que se convierte en la única otra persona que uno tiene para relacionarse con el resto de mundo; de hecho, esa otra única persona se convierte en el resto del mundo. Ahora, cómo se lleva a cabo ese proceso, esa identificación, no soy capaz de imaginarlo por mí mismo. En “5150 Elm’s Way” se presenta una manera de que esto suceda, y con bastante buen criterio, creíble. Y proporciona una información potente para entenderla: el prisionero pasa de sentirse una mierda, alguien que es algo así como un muñeco desestresante tamaño XXL, a descubrir que tiene un hueco en esa extraña formación familiar, y eso le da un estímulo para seguir adelante.
Puestos a poner pegas a esta película, señalar que hay algo en el tramo final de la misma que no está bien encajado. No sé de qué manera se hubiera podido solventar el asunto, y hay que decir, también, que durante el visionado apenas sí se levantan sospechas sobre el tema, y se deja pasar sin demasiado esfuerzo aunque, ya se sabe, cuando la base no es lo suficientemente sólida, el significado de lo que sucede se divide por dos.